El fotógrafo conquense analiza la decadente situación del oficio de la imagen en la actualidad
La difícil etapa que están viviendo la fotografía y las artes visuales en pleno siglo XXI se ve reflejada también en ámbitos como el de la prensa. El oficio de fotógrafo, que tuvo su apogeo a comienzos de 1900, prácticamente se está viendo extinguido. Santiago Torralba, fotógrafo y profesor de Fotoperiodismo e Imagen digital en la Facultad de Periodismo de la UCLM nos cuenta de primera mano su visión al respecto.
Tras concertar con el fotógrafo conquense un día para la realización de la entrevista, acudí a la cita en su despacho de la Facultad de Periodismo como tantas otras veces que, como alumno de periodismo y fotógrafo en formación, paso a pedirle consejo sobre temas que tenemos en común. Santiago Torralba es de aquellas personas que reivindican la profesión y el aprendizaje como única forma de progreso en cualquier ámbito de la vida, por lo que a veces es difícil distinguir cuándo ejerce su papel como docente y cuándo no, aunque siempre con el objetivo de ayudar.
S: ¿Necesitarás una fotografía no? Veo que llevas la cámara.
A: Siempre la llevo, la verdad, aunque pensé en coger alguna tuya de archivo, que hay bastantes en la Red.
S: Ya que estás aquí, ¿por qué no la haces?
A: Sí, mejor, sí…
La mirada de Santiago a veces puede inquietarte y dejarte sin saber muy bien qué espera que hagas. Entre fotógrafos, obtener un buen retrato de un compañero de profesión puede ser un reto y no una tarea cualquiera. Tras mi indecisión, disparo y obtengo una imagen algo subexpuesta del entrevistado que, en aquel momento, decidí corregir mediante edición digital. “Mira, ¿te gusta?”, le pregunto con un gesto nervioso. Tras unos segundos mirando la pantalla LCD con desaprobación, exclama mientras se levanta: “No, no, no. Alex, no me hagas esto así. ¿No ves que es una fotografía a contraluz? Bueno, tú eres el fotógrafo y yo aquí no soy tu profesor, pero ¿para qué vas a corregir la imagen con Photoshop si puedes hacerla bien?”. Tras una pequeña “clase” práctica de dirección, le pido que salga al pasillo y se coloque junto a la pared. “Esto ya es otra cosa. De todas formas, si tú me lo permites, te doy estos consejos para ayudarte”. Volvemos dentro y comenzamos la entrevista.
A: Fotógrafo, periodista, docente, artista… ¿Cómo te definirías?
S: Como trabajador. Trabajador en cuestiones de imagen. Como fotógrafo también, evidentemente; el resto es accesorio. Lo de artista nunca me ha gustado y la verdad es que siempre he rehuido del término. Me considero fundamentalmente fotógrafo y trabajador de la fotografía, en cualquier caso.
A: ¿Cuándo comienza tu pasión por la fotografía?
S: Hace ya un tiempo [ríe]. Hay un momento muy concreto, a los 18 o 19 años, cuando estudiaba en Madrid. Un amigo me invitó al colegio mayor donde vivía, y fuimos a ver un laboratorio fotográfico. Esto ocurrió por la mañana, y por la tarde ya estaba comprando una ampliadora; ¡así de bestia! A partir de entonces, todo ha sido experimentación, tiempo y trabajo. El trabajo es la clave, tanto para un escritor como para un poeta, un actor o un músico. No existe otro truco para desarrollarte.
A: Ya que lo has mencionado: he podido ver que tienes un gran interés por la música y las artes escénicas, presentes siempre en tu fotografía, y que has llevado a cabo proyectos con músicos de la talla de Eduardo Polonio o Jorge Robaina. ¿Qué hay de la música en tu vida?
S: La música siempre ha sido mi pequeño vicio confesable y en todo momento ha formado parte de mi vida. Empecé a estudiar música, pero tuve que dejarlo por circunstancias personales. Conocí a Eduardo Polonio cuando estaba matriculado en el conservatorio, en el gabinete electroacústico, y a partir de ahí hemos hecho gran cantidad de cosas juntos. Lo de Jorge Robaina fue una propuesta muy interesante que la Fundación Guerrero me hizo este año. Una parte importante de mi trabajo profesional se ha desarrollado en el Teatro Auditorio de Cuenca, en el entorno de las artes escénicas, donde he trabajado desde su fundación. Sin música no concibo la vida.
A: ¿Hubo algún fotógrafo que marcara tus comienzos?
S: En principio, cuando esa especie de amor a primera vista, no. Sí que me gustaba la fotografía, pero era una cosa de críos –tenía una Kodak de plástico-. Existía cierto atractivo, aunque no había ni mucho menos un conocimiento; eso vino más tarde. Una vez te adentras en este mundo vas conociendo a muchos fotógrafos. Había gente muy interesante como, por ejemplo, Cristina García Rodero. Lo que es la fotografía documental como herramienta para contar algo siempre me ha atraído. En definitiva, el fotógrafo es un narrador de historias a través de sus imágenes. Los buenos y los malos fotógrafos se diferencian en que unos son capaces de contar buenas historias y otros no. Así de claro.
A: ¿Siempre fue esto ligado al periodismo?
S: No, el periodismo vino después. Siempre colaboré con medios locales. Cuando trabajé en Diario16 ya era casi algo de todos los días, con otras formas de trabajo muy diferentes -negativos, blanco y negro, revelado, copia en papel…-. ¡Una cosa tremenda!
A: Actualmente eres corresponsal de la Agencia EFE en Cuenca. Te he visto cubriendo algunos eventos. ¿Cómo funciona aquí?
S: Sí, lo de EFE llegó como consecuencia de lo anterior. Es una agencia nacional y la información a cubrir tiene que tener un interés, como mínimo, regional. Hoy seguro que hay algo, pero un pleno municipal, por ejemplo, a EFE no le interesa. Es lógico, ¿no? Lo local, salvo que tenga cierta transcendencia, no se suele cubrir.
A: En cuanto a la prensa local y regional, ¿es cierto que hoy día no hay mucho trabajo de fotógrafo?
S: Han desaparecido los periódicos y, por tanto, han desaparecido los fotógrafos. La profesión -el oficio como tal- ha desaparecido, absolutamente. Ahora todo el mundo es capaz de hacer fotos y para las empresas la calidad ha pasado a un segundo plano; solo importan los costes. Antes, por ejemplo, una empresa te contrataba como especialista para hacer un catálogo o un reportaje de sus instalaciones o de sus productos, y eso ya ha pasado a la historia. Ha desaparecido muy rápido -en cuatro o cinco años-, y es que ahora con una cámara de trescientos euros se pueden hacer buenas fotos. Ahora todo es muy ‘fácil’ –y remarco las comillas-.
A: La tecnología parece haber ido evolucionado, pero el resto de aspectos…
S: Han dejado de existir; no son parámetros válidos ni para los grandes periódicos, ni para las grandes empresas, aunque, obviamente, hay excepciones. Desgraciadamente -y digo desgraciadamente porque creo que es una desgracia- se ve el mundo desde una pantalla móvil. Su uso es exagerado y, desde mi punto de vista, pernicioso. La dependencia es brutal, aunque ese es otro tema en el que si entramos, nos podemos perder.
A: Como docente, ¿cómo ves las posibilidades de aprendizaje?
S: Alguien que desea aprender tiene miles de posibilidades. Una de ellas es Internet que, por cierto, es una herramienta que yo diría que en un porcentaje elevado de casos se utiliza mal. Pero cualquier duda técnica está resuelta en la red. Hay mucho, y de ese mucho hay poco bueno; es saber encontrarlo. Actualmente existe un mayor acceso a la información; comparando con sólo hace 20-25 años… ¡Parece que eso era de broma!
A: Mientras desaparece la profesión, aumenta el abanico de posibilidades de realizar estudios especializados en fotografía. ¿La gente sigue formándose, verdad?
S: Antes había muchas menos posibilidades de estudiar, por supuesto. Pero tanto en fotografía, como en pintura o ingeniería. Lógicamente, ese abanico se ha abierto muchísimo, aunque no tiene una correspondencia clara con la realidad del oficio. Reivindico el concepto: un pintor, por ejemplo, también tiene que tener oficio, y después vendrá la creatividad. La profesión fotográfica ha desaparecido a marchas forzadas.
Quizás el audiovisual le esté ganando terreno a la fotografía. Quizás la profesión termine extinguiéndose al igual que otras muchas han sufrido la evolución imparable de la sociedad. Lo que podemos tener bien claro es que, pese a que el mundo se reinvente, la imagen siempre ocupará una parte fundamental de nuestro día a día.